Marcelo Forni

RSE y empresas públicas

La columna anterior planteó una hipótesis temeraria: el fin de la RSE. En ella señalé que independientemente de la denominación, lo que realmente queríamos plantear era la necesidad...

Por: Marcelo Forni | Publicado: Jueves 31 de marzo de 2011 a las 05:00 hrs.
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La columna anterior planteó una hipótesis temeraria: el fin de la RSE. En ella señalé que independientemente de la denominación, lo que realmente queríamos plantear era la necesidad de un nuevo enfoque donde la responsabilidad social fuera parte de una estrategia de la empresa que significara aumentos en los niveles de competitividad y garantizara su existencia en el futuro. 


Todo esto suponía conciliar a la brevedad los intereses de la empresa con las expectativas de la sociedad. Es lo que Porter y Kramer denominan la creación del valor compartido, que junto con generar valor económico produce valor para la sociedad, porque se hace cargo de sus expectativas y desafíos. Interesante reto que ha dado lugar a una apasionada discusión que creo conveniente continuar. 
Sin embargo, algunos hechos ocurridos en los últimos días nos invitan a reflexionar acerca de qué pasa con la responsabilidad de las empresas del Estado con la sociedad. Se trata de grandes corporaciones que generan una cantidad importante de recursos al país o que prestan servicios básicos de primera necesidad, pero cuyo trabajo en este tema no se conoce y de tanto en tanto exhiben actitudes que justifican esa visión de parte de la ciudadanía, que ve en las empresas la causa de los problemas y no la solución. Aquí surge, entonces, un conjunto de interrogantes respecto de las cuales me parece necesario reflexionar.

Si bien el concepto de RSE implica para las empresas asumir obligaciones que suponen el cumplimiento de la ley, ¿cómo se explica que las empresas del Estado muchas veces no cumplan ni siquiera con las normas más elementales de nuestro ordenamiento jurídico en sus relaciones laborales, normas medioambientales y relación con la comunidad?. continuar.

Sin embargo,¿No sería lógico que en un país en que estamos tratando de fomentar que más empresas privadas adhieran a esta cultura, desde el Estado se exigiera a sus empresas ser un modelo en esta materia? ¿Resulta coherente que en un mundo abierto, en que la información está disponible para todos, muchas empresas del Estado no estén obligadas a informar sobre su gestión ni menos sujetas a una verdadera fiscalización? ¿Cómo logramos superar la desconfianza que existe hacia la RSE si las empresas del sector público disponen de una cantidad insuperable de recursos para filantropía corporativa que utilizan como escudo frente a una crisis de reputación? 


Me parece que éste es un tema respecto del cual poco y nada se habla y se escribe en Chile y donde la Unión Europea nos lleva mucho camino adelantado. Si los presidentes de nuestros países latinoamericanos están preocupados del crecimiento, y parte importante de él depende del dinamismo del sector privado, ¿por qué el tema de la responsabilidad social no forma parte de las agendas de los numerosos foros internacionales en los que participamos?
En esta materia sí que nos falta mucho por aprender. A quien piense lo contrario lo invito a contestarme esta pregunta: ¿Por qué ante la posible contaminación de los niños en Puchuncaví el gobierno cierra la escuela y no asume su responsabilidad y cierra la empresa que contamina?

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